lunes, 6 de enero de 2014

Palabras sin género


Luna de todos nosotros, Navarro Durruty.
La Luna también fue mujer


Fue Cortázar el primero en imaginar la construcción femenina del Universo. ¡Dios es mujer! Exclamó en uno de aquellos versos últimos con los que solía concluir grandes ensayos reflexivos. Aquello no fue una afirmación lanzada al aire sin alas, sino el fruto de un sinfin de conclusiones a las que llegó mediante la observación, en particular, de la naturaleza. La playa y la montaña son mujer, la Luna es mujer, la divinidad es mujer, lo mejor, es mujer. Parecía acabar admitiendo que el neutro es en realidad femenino. Distinto camino pero igual senda anduvo el poeta y pintor Navarro Durruty. El libro es hombre, pero la palabra es mujer. El lienzo es hombre, pero la pintura, la obra, es mujer. El Sol es hombre, pero la luz es mujer. En mi opinión apostaría por una pequeña discusión en mitad de todos esos pasos. Cierto es que la poesía, como dirían los académicos, es una manifestación del sentimiento estético mediante la palabra, en prosa o en verso, y siguiendo con los académicos, son esas mismas palabras las que precisan, por mor de redondear su objeto, un artículo, que vendrá de la flexión del adjetivo y del pronombre. Es decir, su designación como sustantivo de género masculino o sustantivo de género femenino, o lo que es lo mismo, las palabras necesitan de otra palabra que las acompañe, que es aquella que le otorga el género. Y ahora, volviendo a la literatura, es donde aparece el estallido chirrioso. Pero, si la palabra, es mujer. Por tanto de ahí surgen la mayoría de confusiones. ¿Como es posible -nos ponemos otra vez la bata blanca- que unas palabras, que de por sí, no tienen género, sean capaces de nominar el género de otras que también carecían de éste? 
Estaríamos inmiscuyéndonos ya en aquello practicado por algunas lenguas indoeuropeas que, ante la ausencia de clasificación de los sustantivos como femeninos ni masculinos, establecen sustantivos neutros, sin noción distinta respecto al sexo. Volviendo a la realidad, lo único claro es que la lengua de aquí, no contiene ni un solo sustantivo neutro, no existen, ni las formas especiales, solo algunos artículos y el pronombre personal de tercera persona. 

Todo ello, además de dejar mucho que desear, obliga al orador y escritor a no poder ahondar en el verdadero mensaje, podría decirse que el oyente y el lector, pueden ver, pero no tocar. Me sorprende que dos ciencias, partiendo de la misma realidad, puedan llegar a conclusiones opuestas. Pero supongo que de eso precisamente trata la ciencia. Y no es que la realidad no lo demande, suficiente sería con pensar la imposibilidad de escribir una pieza a la figura de un hombre que pueda asemejarse a todo lo que tiene la playa, o del mismo modo, es curioso no poder componer un poema sobre el Sol que hable de la mujer ¡Con todo lo que tiene el Sol de mujer! Por eso me reafirmo al asegurar que nuestra literatura quedó anclada allá por el Romanticismo. No es que el Romanticismo sea desechable, pero tampoco es reciclable, y además, trae consigo la pesadumbre de haber sobrevivido a los propios románticos.

Entonces, ¿existe la poesía sin género? La respuesta es negativa, y véase, todavía más negativa. La escritura debe reformarse, de lo contrario, sería afirmar que nuestro diccionario es el mismo que Siglos atrás. Es evidente la incursión de nuevas palabras, procedentes de nuevas ideas, lógica modernización que va desde el sandwich hasta el footing, pasando por el recorte del solamente al solo de ahora. Celebro su acogida, de verdad, pero sigo lamentando no poder saber qué tienen las imperfectas -a y -e que no tenga la perfecta -o.

Si volvemos al inicio puede recordarse que en lo único que logramos ponernos de acuerdo es que los sustantivos, de por sí, no tienen género. Llegados a este punto es preciso apuntar que la poesía, a fin de cuentas, pretende comunicar, trasladar un mensaje. Idea que bien podría asemejarse a la del poeta y ensayista Mario Calderón, que afirmaba que las novelas, la narración, el poemario o el cuento, equivalen a una oración o a un enunciado bimembre completo. Y que, por tanto, el poema debe ser una palabra, o en todo caso, una macropalabra. Y las palabras no tienen género.







                                                                                                 

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